
Te escucho en el viento.
Te percibo en mis recuerdos.
Eres tan real,
que mis ojos te ven,
mis oídos te escuchan
y mis manos te tocan.
Desde que te fuiste
sin despedirte,
suelo recordarte siempre.
La puerta sigue abierta,
aún no la he cerrado.
A veces me quedo velando
pensando que volverás,
pero siempre me quedo dormido.
Escrito en un cafetín de mala muerte en 2002.
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